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La reciente realización del foro “Impactos del megapuerto de Chancay para los exportadores e importadores colombianos”, organizado por la Gobernación del Atlántico en marzo de 2025, representa un hito clave en el debate sobre el reposicionamiento estratégico de Colombia en el mapa logístico y comercial del Pacífico. El evento, que reunió voces autorizadas del sector como Gonzalo Ríos Polastri (Cosco Shipping Ports Chancay), Liborio Cuéllar (Sociedad Portuaria de Buenaventura), Javier Díaz (Analdex) y Miguel Ángel Espinosa (FITAC), ofreció una panorámica profunda sobre los cambios que se avecinan con la entrada en operación del megapuerto peruano y los desafíos que esto implica para la economía colombiana.

El puerto de Chancay, ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima, no es una infraestructura portuaria más: es una plataforma de integración regional y un nodo estratégico de la nueva ruta marítima global que está impulsando China a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta. Con una inversión superior a los USD 3.600 millones por parte de Cosco Shipping y capacidades proyectadas para movilizar más de 1 millón de TEUs anuales en su primera fase, Chancay apunta a convertirse en el principal punto de entrada y salida de mercancías en el Pacífico Sur, conectando Sudamérica con los principales puertos asiáticos en tiempos récord.

Este nuevo esquema de conectividad marítima redefine el mapa de flujos comerciales en la región. Las rutas tradicionales —particularmente aquellas que dependen del Canal de Panamá y los hubs del Caribe— podrían verse reconfiguradas, y Colombia, con puertos como Buenaventura, Cartagena y Santa Marta, no puede permanecer ajena a este fenómeno. La competencia ya no será únicamente por eficiencia portuaria, sino por integración logística, capacidad intermodal, y valor agregado en la cadena de suministro.

Durante el foro, se evidenció con claridad que el impacto de Chancay será sistémico. En el caso de Colombia, las posibilidades son tan amplias como complejas. Por un lado, existe la oportunidad de establecer alianzas estratégicas para redistribución de carga regional, integrar corredores logísticos interoceánicos y repensar la infraestructura nacional para hacerla más competitiva frente a un entorno cada vez más exigente. Por otro lado, el reto de no quedar rezagados frente a esta nueva realidad es más apremiante que nunca.

El Caribe colombiano, y en particular territorios como Santa Marta y el departamento del Magdalena, se enfrentan a un momento decisivo. Las ventajas naturales y geoestratégicas de la región son innegables: proximidad a los mercados del Caribe, infraestructura portuaria en expansión, y una creciente vocación logística y agroexportadora. Sin embargo, el rezago en conectividad férrea, capacidad de almacenamiento, servicios de valor agregado y políticas integradas de internacionalización limitan aún su verdadero potencial.

El megapuerto de Chancay no solo plantea una competencia directa para los puertos del Pacífico como Buenaventura, sino que indirectamente obliga a repensar la estrategia exportadora desde los puertos del Caribe. La pregunta no es si Santa Marta compite con Chancay, sino cómo se inserta en un sistema regional donde los centros de distribución, transformación y reconexión de mercancías estarán cada vez más articulados por eficiencia, y menos por geografía.

Para la economía del Magdalena, la consolidación de un puerto como Chancay en la región andina del Pacífico podría significar tanto una amenaza como una gran oportunidad. Amenaza, si no se toman medidas concretas para modernizar y diversificar nuestra oferta logística; pero también oportunidad, si se impulsa el desarrollo de zonas francas integradas, se mejora la infraestructura de transporte interno, se fortalecen las cadenas productivas agroindustriales con vocación exportadora, y se promueve una gobernanza portuaria más proactiva y articulada.

La estrategia de internacionalización del Atlántico, evidenciada con la convocatoria de este foro, debe ser replicada —y adaptada— en otros departamentos caribeños. Magdalena, con su ubicación estratégica, puerto multipropósito, y potencial turístico y ambiental, no puede quedar al margen de la conversación sobre el futuro del comercio exterior. Urge una agenda público-privada de largo aliento que conecte a la región con las transformaciones que ya están ocurriendo en el Pacífico y Asia, y que coloque a Santa Marta como un eslabón clave de la nueva arquitectura comercial latinoamericana.

El mundo no espera. Mientras países como Perú y Chile se consolidan como plataformas logísticas de Asia para Sudamérica, Colombia debe acelerar su transformación portuaria y logística. El mensaje que deja Chancay es claro: la infraestructura define el comercio, pero la visión define el futuro.

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